martes, 20 de mayo de 2014

El bien, el mal y mi ralladura mental.


Acabo de encontrar una reflexión que escribí hará un par de meses y que me parece interesante para compartirla:


“Existe una pregunta que ha permanecido en mi mente desde que mi profesor de filosofía del colegio nos la planteó: ¿Por qué hacer el bien?

La ética atrae por preguntas como ésta, preguntas con enorme repercusión práctica, que cambian nuestro comportamiento y forma de actuar en el día a día, lo que a su vez forma nuestro desarrollo como seres humanos. Pues bien, hoy, cuando leía sobre Kant en el libro ‘Breve historia de la ética’ de Victoria Camps (recomendable), surgió a raíz del imperativo categórico una interesante conversación con Carlos Javier Ferrero. Creo haber sacado de ella ciertas conclusiones a mis dudas, que trataré de plasmar en el papel.

Estábamos de acuerdo en que la moral es universal, pero tan sólo como concepto. Es decir, todos tenemos el concepto de ‘bien’ y de ‘mal’, todos, digamos, sabemos o percibimos ciertas actuaciones como buenas o malas. Las personas suelen tender a hacer el bien, aunque no siempre lo hacen, la mayoría de las veces, como dice Kant, se alejan de él por inclinaciones, deseos o necesidades.

Por otra parte, y he aquí el kit de la cuestión, no todos entendemos en la práctica el mismo concepto de bien. Es decir, un mismo acto podría parecerle bueno a una persona y a otra no. Por lo tanto, aunque el concepto sea universal, no podemos sacar de ello una teoría ética universal e infalible en la que basarnos para saber si el acto que hacemos es realmente bueno. Como tampoco podemos asegurar que las normas y leyes lo sean, en cuanto que han sido creadas por un conjunto de hombres con sus propias ‘ideas’ o entendimiento de dicho concepto moral.”


La verdad es que ahora que leo esto creo que le di vueltas de más al asunto. Ahora, más escéptica (y antes tan poco) creo que sí, como dice Kant, las personas se alejan del bien por inclinaciones, deseos o necesidades, y añado porque es más fácil, les conviene más y les favorece (o eso parece en un primer momento). Y sí, saben y entienden la mayoría el concepto de mal, como mal, sin más justificaciones, como mucho un pequeño remordimiento. Lo que no entienden es el sentido de la solidaridad y el bien común, el cual, por cierto, acaba beneficiando también a uno mismo.  

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