El cerebro es un curioso aparataje formado por millones,
miles y cientos de neuronas. En verdad, no sé de números, pero las cuento por innumerables, tantas como estrellas en el espacio cuya energía se
trasmitiera de unas a otras en forma de luz y su mensaje fuera una idea y esa idea, entonces,
sería sólo energía.
Ésta podría ser una explicación sobre el funcionamiento de
la mente. Idea, igual a energía. Lo cierto es que no sé tampoco qué es
exactamente una idea pero sé que para transmitirla se necesita energía; ahora
bien, del trasmitir al ser… son cosas de filósofos. Aún así, me quedo con mi
explicación. ¿Por qué no iba a hacerlo? Quizás no sea creíble a ciencia cierta
pero tampoco es refutable. Es muy difícil negarlo porque casi nadie sabe qué es
verdaderamente una idea. Pues bien, esto es extrapolable a millones, miles y
cientos (ahora lo digo con más seguridad) de situaciones en la vida.
A lo que quiero ir a parar con todo esto es a las ideas
preformadas, también conocidas como prejuicios, aunque guardando una diferencia
con ellos, que pudiendo parecer sutil, resulta ser enorme. La persona con una
idea preconcebida cree en algo de manera que es ciertamente difícil que cambie
de opinión, y en este caso, lo será incluso cuando le explicaras razonadamente
el porqué de su error. No hablo de otra cosa que de un concepto tan habitual
como es la obstinación, o más coloquialmente, la cabezonería. Pongamos
ejemplos: una persona que le disgusta un país, una raza, unas costumbres o
incluso una persona en particular. Aquí sí hay millones, miles y cientos de
ejemplos. ¿Cómo hacer cambiar a una persona con una idea infundada de que está
equivocado? Dar motivos razonados hemos dicho que no suele funcionar. Quizás
una experiencia que le haga ver lo contrario pudiese valer…por un momento. Pero
está claro que la única forma de romper con una idea preconcebida es que no sea
concebida. No permitir que desde niños crezca, pues si no, será como un parásito
de esos que se te quedan pegados y bien pegados y que sólo se quitan con una
buena dosis de antibiótico. Necesitaríamos entonces para las ideas una buena
dosis de anti-ideóticos o mejor aún, de anti-idióticos.